Las fiestas de fin de año, funcionan muchas veces como una gran vidriera en la cual se exhiben muchos aspectos de la personalidad que no se observan fácilmente en el ambiente laboral diario.
Así en un ambiente desestructurado e informal es posible visualizar aspectos muy positivos, como también diferentes modalidades de acción, que pueden sorprender positivamente a quienes comparten la reunión.
No obstante lo antedicho, como consecuencia de diferentes tipos de excesos, pueden desembocar en situaciones de descontrol, de las que luego es muy difícil rendir cuenta ante los compañeros, o peor aún ante los directores de las empresas. Pero en ocasiones el director o responsable es el que no sabe comportarse, se pasa con las copas, se le suelta la lengua y empieza con la exaltación del compañerismo.
Es recomendable tomar en cuenta el "después", para evitar involucrarse en cuestiones que en casos extremos, pueden provocar graves dolores de cabeza. Es maravilloso compartir con los compañeros los festejos, pero es importante en pos de la carrera profesional, mantener la integridad y la compostura, para lograr proyectar hacia el año que comienza un plan de carrera que abra las posibilidades a un crecimiento personal y vocacional.
En definitiva tenemos que ver que las cenas de empresa pueden ser reuniones muy positivas si se saben encauzar en su contexto pero en ocasiones son trampas para aquellos que no saben ver su finalidad y ven como sus superiores les hacen su “evaluación del desempeño”.
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